Escribo desde una caseta de lata sobre palafitos de hierro ubicada en el desierto de Atacama. Las estrellas se reflejan en las tuercas oxidadas que me sostienen, no hay luna, el desierto es como la boca de un lobo y he decidido apagar mi lámpara, es que sentía como que me separaba del resto del desierto. Desde allá arriba me vigila el altiplano, su presencia me calma, como una pileta silenciosa en un salón de piedra. Solo mantengo encendida la radio, una radio antigua que me regalo mi abuelo cuando supo que me venía a retirar al desierto, fue también él quien me enseño de letras y pensamientos, él es en mi memoria como otra pileta silenciosa; y los chicharreos de su antigua radio, lo atrofiado de sus parlantes y su poderosa señal, me acercan a él, como marcando un tiempo, distinto a otro, un tiempo en que su muerte no es un problema, solo un hecho.
"Hinzpeter ministro del interior, vela por la seguridad nacional y ordena allanar varias casas OKUPAS por el llamado "caso bomba", se busca desarticular una red terrorista que estaría siendo financiada desde una cuenta en las Islas Caimán. Se ha comprobado que dichas redes poseen una jerarquía muy articulada y que representan un peligro para la ciudadanía".
Apago la radio. Cuando escucho Islas Caimán suenan en mi cabeza maracas y tambores, aparecen frente a mí bailando palmeras y la luna que hoy se ausenta. Comienzo a rolar un tabaco mirando hacia donde sé que está la ciudad, donde sé que también escuchan la radio y probablemente creen en lo que el ministro dice. Exhalo y pienso, no quiero tropezarme con mis propias ideas, ni que mis pasiones me precipiten a reflexiones desmesuradas. Pero es que... el concepto terrorista queda dando vueltas en mi cabeza como un pajarito en su jaula. Terrorista. Te-rro-ris-ta.
Mi imaginación se va a blanco y negro, veo el pasaporte de mi madre en el año 73, en este decía que ella era terrorista o estaba ligada a acciones terroristas, mi madre había nacido el 71. No puedo sino reír un poco, frente al silencio del desierto mi corazón logra estremecerse con el suave sonido de mi risa, risa para mí. Terroristas... me pregunto si en la colonia los indígenas habrán sido los terroristas, o los independentistas, o los socialistas, o los liberales en la URSS. Me siento más que nunca en una colonia, me parece absurdo esta colonia pintada de libertad, siento como si es que sin escogerlo estuviera en un bando, en uno de los dos bandos que quieren al mundo en sus manos. Para mí se supone que unos son los terroristas, pero para alguien que está del otro lado, los soldados imperiales deben ser los terroristas. Si el terrorista es un paco o es el anarquista, solo depende del punto de vista, son protectores de distintos ordenes que terminan contribuyendo al caos. Ahora, en este caso en particular ¿qué orden defiende el estado? ¿el orden del mercado, el derecho al consumo, a mantener el poder donde corresponde, el orden en que nos ordenan la tele y los diarios, el orden en que con una luma nos enseñan a vivir? Como siempre que pienso en estas cosas, se me humedecen un poco los ojos, creo que el llanto no cae porque me parece una causa perdida, como si fuese una injusticia fundamental la que nos rodea, como que viniera adjunta al tiempo. El tabaco me hace toser y diluye estas ideas en el aire. Finalmente me quedo con la siguiente reflexión: somos una pequeña colonia del imperio gringo, puede ser que todo haya empezado el 73, quizás el 89 o quizás antes. Tenemos ideales claros, la producción y el consumo, sin importar que no nos beneficie directamente, tenemos fe en el chorreo. Hay esencialmente una cosa que interrumpe nuestro status quo, la libertad de actuar fuera de sus márgenes, de las armas de sus impuestos y patrones de conducta... sobre todo temen, cuando esa libertad relativa, se vuelve bandera de lucha, estandarte, grito y forma de vida. Todo aquel que traiga esa bandera parchada en su chaqueta pude ser un terrorista... Ahora, ¿qué pasa si me pongo del otro lado? ¿quién es el terrorista?
Se me está acabando el agua, mañana tendré que ir al pueblo a comprar otro bidón, no se me apetece bajar de mi torrecita.
6 dic 2010
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