
No caminaba como antes, sus pies exageraban la línea recta que seguían, parecía un equilibrista en medio del pavimento, desde hacía años sus pies no respondían a menos de estar bajo el constante control de sus ojos, se habían vuelto independientes. Caminaba mientras pensaba, a la vez que olvidaba, la memoria también había decidido independizarse con el tiempo, volviéndose, el propio gestor de los recuerdos, en víctima de la negligencia neuronal. Por primera vez sentía el placer de desvariar, demasiado de algo bueno lo volvería loco, pero esto escapaba a sus facultades, además no tenía suficiente tiempo para volverse loco.
Pensaba en que la consciencia no existía, el calvario para redimir sus culpas era un instancia dejada para más y más tarde hasta ser olvidad, como todo se elevaba por su liviandad en contra peso a la muerte, ¿cómo llamaban los indios a la culpa? Sin embargo de vez en cuando ciertos recuerdos lo acechaban, a menudo eran los mismos, pero los disfrutaba como ataques de genialidad. Esta vez el intenso calor, un olor quizás, la música de un auto, algo (nunca recordaba qué desencadenaba sus súbitas memorias), lo había vuelto a su pasado, se trataba de su primera conquista, recordó escuchar de los labios de su chica palabras nerviosas que escondían algo, era como si temiese hundirse en la relación olvidando el mundo, entonces él dijo... algo dijo que hizo cambiar el parecer de la muchacha, entonces la besó... o tomó su mano, se convertiría en su primera esposa, ¡No!, por el contrario, meses después la había engañado y perdido contacto con ella, ¿para siempre? Lo embargó la culpa, karma, así la llamaban los indios ¿o los budistas? Recordó haberse sentido perdido la noche en que la engañó, era como si el mismo se estuviera dando señales engañosas en el camino a la felicidad.
El calor era insoportable, los últimos años el verano lo atemorizaba como nada lo había hecho en su vida, sobre todo estos días en que las cegadoras nubes parecían abrirse como decorando el techo de una funeraria preparándole el camino glorioso por el cual debería pronto partir, en invierno a cambio, se sentía encerrado, como si estuviese encadenado a la tierra, pero estos días de verano era como si la escasa vida que le quedaba fuese a simplemente despegarse de su piel y elevarse como hojas secas, era una puta mentira que el humano carga con los años como pesos, uno se va haciendo cada vez más liviano, vas soltando pesos, la culpa, la consciencia, la memoria, los deseos, la inocencia, el pasado y el futuro, lo único que te mantiene acá es el miedo, miedo a no volarte. Ahora no sabía ni dónde mierda estaba parado, había desechado las señales, las coordenadas lo confundían, lo alejaban de su único rumbo. “No puedes ver el bosque porque los árboles te lo impiden” eso había dicho a su primera chica para conquistarla, no estaba muy seguro de lo que significaba, solo algo que escuchó por ahí. Dolor, sol, asfalto y miedo. Cayó sobre sus rodillas, sentía ahora que personificaba ese celebre dicho, sentía como si hubiese recorrido todo el bosque, explorando niveles de consciencia, emociones, con cada paso acercándose a la muerte y talando los árboles en su camino, ahora estaba frente al único árbol que le impedía ver el patético paisaje en que había transformado su vida, era su ego, y en el momento de su muerte estaba parado frente a este con un hacha en la mano preparándose a talarlo con lágrimas en los ojos.
Dolor, sol, asfalto, miedo y muerte.
Solo olía higiene, sentía el pasar de las gotas por su brazo, una inyección le obligó a abrir los ojos, había sido otra falsa alarma, solo para acercarlo más a su condición, se sentía como un pluma, era solo sentidos ahora. Esas habían sido las últimas imágenes evocadas por su mente.
